Saliendo de trabajar ¡Al fin! Un día largo como cualquier martes, nadie espera nada del día más gris de la semana. Mi coworker me pidió que si por favor la llevaba a casa de su mamá a lo que obvio dije que sí. Todo iba bien con la llegada, soy MUY distraída, pero claramente me iba dando indicaciones.

La dejé; todo perfecto y (OBVIO) puse Waze para dirigirme a mi casa. Era de esos rumbos donde hay muchas calles de terracería y algo no me cuadraba; una callecita me sacó a otra callecita y a otra y a otra hasta que literalmente no había vuelta atrás. Le marqué a mi amiga para que viera mi ubicación y me diera alguna pista

– Es que Lore, me sales donde ni siquiera hay calle marcada, estas en medio de la nada. Y bueno en este punto ya eran las 8 y algo de la noche, estaba todo oscuro y mi camioneta ya atascada en el lodo. En medio de la nada sin ver una sola luz empecé a entrar en pánico. Gracias a Dios (o a mi) tenía tanque lleno, cargador y señal. Pasaron mil cosas por ni mente;
“Ahorita llega alguien con un machete y ya valí. ¿Y si le marco a mi papá? No, no, que pena preocuparlo.”

Todos tenemos ese amigo que no importa que, sabemos que nos va a salvar. ¡Ese amigo era Gabo para mí! Pero para mí mala suerte estaba en clase de Vibe así que mi opción B fue hablar al 911 jajaja! (No me juzguen). Obvio me dijeron que no era una emergencia, pero los convencí de que si y me pasaron otro número de la localidad o lo que fuera donde estaba para enviarles mi ubicación.

Ya eran las 9.00pm y Gabo me regresa la llamada, primero se río un poco, pero se le quitó cuando me puse a llorar de estrés.

–Tuuu no te preocuuupes, ahorita llego mientras platícame para que no estés tan nerviosa. Quince minutos después me dice:
– Le hablaste a la policía?
– LOL! Si, ¿por qué?
– Ya vimos dónde estás, estoy aquí con ellos, pon las intermitentes e intenta avanzar más.
– Gabriel, estoy atascada, hasta aquí llegué, no me puedo mover.
- Ok ahí voy.
A todo esto (no sé porque) estaba como a 2 kilómetros del periférico sin ninguna vía de camino evidentemente, mismos kilómetros que Gabo se bajó, un poco con su coche para alumbrar y otro poco caminando para poder maniobrar con mi camioneta y con la “ayuda” de la policía sacarnos de ahí.
– Que bendición, neta te debo una enorme; que pena. ¡Gracias!
– Nooombre Lorenza para eso estamos.
–Tu ya vete, no puedo llegar así a la casa, voy a lavar esto.
– No hay nada abierto, explícales y ya.
– No, no, que flojera dar explicaciones.
– A ver, sígueme. Vamos a la gas.
Para no hacerles el cuento más largo, nos pusimos a limpiar lo más que pudimos con cubetazos y llegue a mi casa a saludar como si nada hubiera pasado, ya tarde.
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Esta anécdota se la platiqué solo a algunos amigos, supieron López y obvio los San Fernandos porque pues que pena ¿Verdad?

Terminó siendo una historia chistosa (boba de mi parte) pero ¿Qué es la vida sin estos recuerdos? Al final con esto nos quedamos, somos las historias que dejamos en los demás. Hagamos más favores y seamos poquito mejores personas. Esto es algo que aprendí de él y no solo por este día. No sé qué tanta flojera le dio, que tanto le costó, pero para mí fue un "hoy por mí, mañana por ti."
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Si no fuera porque me perdí y que por ende Gabo me rescató, hubiera sido un martes cualquiera de esos que nadie recordamos.
Cuento esto para recordar(nos) que nunca sabemos la repercusión que tienen nuestras acciones en los demás. Quiero cerrar esta historia de mucho texto con una frase que siempre dice mi mamá:"En vida hermano, en vida”